“Vacaciones en el mar” a lo Adaki

Los que nos conocéis sabéis que nos encanta despedirnos todos los meses de julio de la manera más original que se nos ocurra. Pues nada, este año hemos echado la casa por la ventana. De crucero nos hemos ido. De crucero de lujo, claro, que para ir de pobres de bolsillo, que no de alma, tenemos todo el año. Pero como nos va la cocina, más que la galería, acabamos por meternos en la piel de la tripulación y por dejar las tumbonas para nuestros clientes. ¿Os acordáis de la serie “Vacaciones en el mar”? Menudo remake hemos hecho…

Podéis ver las fotos, el vídeo y hasta el making of en nuestra web.

Tras unos días de alboroto, tres vueltas al chino de la esquina, un viaje y medio al desván, otro más al Carrefour, petición de favores y cuatro sesiones de lavadora con lejía para dejar pulcros los pantalones de San Fermín, arrancamos nuestros bólidos sin maletas de marca y con bolsas de plástico a rebosar. De Ezkio-Itsaso a Donostia. 45 minutos más tarde, nos adueñamos del Paseo del Muelle, nuestro camerino al aire libre. Para entonces, nuestra amiga Esti Ramos ya estaba grabando los primeros planos. Se acercaba el gran The Pacific Princess, icono del glamour y nido de amor al más estilo ochentero. Estábamos dentro del Catamarán Ciudad San Sebastián junto a turistas extranjeros que decidieron hacer la digestión a bordo tras devorar una merluza con kokotxas en uno de los restaurantes aconsejados por Lonely Planet.

Con las dos piernas abiertas para literalmente atornillarnos al suelo y no inmutarnos ante el baile de vals de las enrabietadas aguas, grabamos en un periquete todos los planos y escenas antes de que las gotas de sudor inundaran nuestras frentes en un día en el que los termómetros marcaban más de 30 ºC.

Un consejo: no compréis bigotes falsos por menos de dos euros. No hay forma de pegarlos. Por eso sale nuestro barman sin él, aunque era un elemento fundamental del atrezzo. No, no fue un error del script sino del pegamento.

Los amables pasajeros nos brindaron sonrisas cómplices. Incluso nos dejaron prestadas unas gafas de sol. Tenían una graduación capaz de resentir el equilibrio de un caballo, lo cual se vio reflejado claramente en el semblante de nuestro Andoni.

Media hora después volvíamos a subir las escaleras. Esta vez para dirigirnos a comer a un restaurante en el que brindamos por todos nuestros clientes.

Vaya, que fue un día redondo.

¡Desde Adaki os deseamos un feliz verano de chapuzones en el mar y buena compañía!

Hablamos en septiembre. Un abrazo veraniego a todos.